Escritor colombiano, Carlos Granés, compartió en Universidad UNIACC motivaciones para su libro “El puño invisible”

Para el escritor colombiano Carlos Granés, los manifiestos “son un género literario muy recomendable que hay que tomárselo con humor, porque siempre son una bomba que se intenta lanzar en las conciencias de los lectores para generar impacto y para que se abran a nuevos valores y estéticas”.

El 31 de octubre, en el Campus Sur de Universidad UNIACC, en Avenida Salvador 1434, Providencia, Granés impartió la conferencia “El puño invisible: arte, revolución y un siglo de cambios culturales”, centrada en su libro “El puño invisible”.

Dicha publicación es un ensayo centrado en un recorrido histórico del arte del siglo XX,  incluyendo temas como el dadaísmo, el situacionismo  y el hippismo, entre otros. Granés recibió el Premio Internacional de Ensayo Isabel Polanco 2011 por este libro.

Respecto de las motivaciones para “El puño invisible”, Granés explicó que buscaba definir “el impulso revolucionario, o qué lleva a un individuo o a un grupo a tratar de subvertir el statu quo, por qué alguien se siente impelido por el cambio y la transgresión. Me parecía un tema interesante desde los aspectos psicológicos y antropológicos”, puesto que el escritor es doctor en Antropología Social por la Universidad Complutense de Madrid.

Debido a su experiencia como académico en las bellas artes, Granés admitió que “me había interesado el asunto plástico y las ideas manejadas por poetas, como los manifiestos. Por eso decidí empezar a rastrear los intentos de artistas por transgredir los valores, de transformar sociedades, de crear hombres nuevos. A pesar de ser una idea muy presente en las políticas revolucionarias, en el arte también tuvo cultores de mucho peso y movimientos que intentaron crear un hombre nuevo”.

De esta manera, Granés revisó el “Manifiesto Futurista” (1909) del poeta italiano Filippo Tommaso Marinetti, fundador del movimiento futurista, el que se publicó en Francia. En visión del colombiano, se trata de “un manifiesto exaltado, exagerado, violento y agresivo, como deben ser todos los manifiestos”.

Granés relató que la experiencia de Marinetti en la Primera Guerra Mundial “no lo persuade de que la guerra puede ser algo nocivo, sino que luego ve en (Benito) Mussolini al hombre futurista por excelencia, el gran conductor de esa nueva Italia. Quizás si había alguien con más ego y megalomanía que Marinetti, era Mussolini”.

En este nuevo contexto posterior a 1918, “todas las promesas estéticas e ideológicas del futurismo pierden autonomía y se pliegan a las demandas y dictámines del fascismo”.

De esta manera, la matanza en niveles inéditos que implicó el conflicto que inicialmente se denominó la Gran Guerra (1914-1918) propició el nacimiento del dadaísmo: “La cultura no había servido de nada para protegernos de la barbarie, por lo tanto, podíamos deshacernos de ella”.

De esta forma, el dadaísmo asimiló el enfoque opuesto al futurismo, esto es, el  de la niñez, “con características como inocencia, pureza, sinceridad, y el juego sobre todo (…) en cuyas características se podía encontrar cierta esperanza de un antídoto para las nociones nacionalistas. Por eso se busca crear una vanguardia infantil, risueña y transgresora, con la típica travesura infantil, que descoloque las cosas, desordene las taxonomías y sea muy lúdica, para intentar salvar a Europa”.

La actividad fue organizada por la Escuela de Artes Visuales de  Universidad UNIACC, perteneciente a la Facultad de Arquitectura, Diseño y Artes Visuales, y de la Escuela de Artes Visuales.

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